VECINOS

Desde que me independicé, y con eso contamos desde que me fui a estudiar fuera de casa, lo de los vecinos casi siempre me fue bien.

Lo peor con creces estaba en casa, donde los de arriba no me dejaban vivir, ni a mi ni a nadie. Por eso mi obsesión con no tener a nadie encima cuando tuviera mi casa definitiva. En Carnota, el edificio estaba poblado de veraneantes, con lo cual durante el curso no te enterabas de nadie. Y la señora Maruja, que vivía enfrente, y era nuestra casera, era un encanto. Y por si fuera poco, este era el premio al asomarte a la ventana, así que...

Aquí, en el primer pisito de alquiler, no hubo queja. De hecho, estábamos rodeados de parejas jóvenes con niños, que sin embargo no eran ruidosos, y aun hoy nos saludamos y charlamos cuando nos vemos por la calle.

Es algo agradable, que te hace sentir parte de un sitio... 

Y después de un año aquí, hoy ha habido sorpresa. Les dejamos la batidora por la mañana a los vecinos de la puerta de alado, y cuando la recuperamos por la tarde vino muy bien acompañada. 

¡TARTA DE CHOCOLATE Y GALLETA!

 ¡LA DE TODOS MIS CUMPLEAÑOS!

¡LA MÁS RICA DEL MUNDO!

 Y les quedó estupenda, hay que decirlo! Aunque echo de menos el puntito alcohólico de las galletas empapadas en Torres 5... jeje!

Son esos pequeños gestos que hacen que acabes el día con una sonrisa. A pesar de que mañana es lunes y empieza otra vez el ritmo frenético.

Feliz semana!