lunes, 19 de marzo de 2012

Reality bites

"Hoy no ha sido un buen día, al menos hasta hace un rato. La visita inesperada y las risas me han reconciliado con el mundo, pero me costó lo mío.

Y es que hoy he tenido la enésima dosis de realidad, social y médica.
Me citaron a las 10,45 en la consulta. A esas horas una imagina una consulta bulliciosa y un médico apurado pasando un paciente tras otro. Pues no: llegué diez minutos antes por un fallo de cálculo y resultó que yo era la primera cita del día... No le gusta madrugar, me dije. A juzgar por el pisito en el que se aloja la consulta llegué a la conclusión de que no le hace falta en absoluto madrugar a este señor para ganarse el pan. Primer dato.

15 minutos después yo seguía sentada en la sala de espera con mi "Descubrir el arte" entre las manos. Es decir, mi cita de las 10,45 iba camino de convertirse en mi cita de las once y el doctor todavía no habia llegado a su puesto de trabajo. Ahí ya empecé a pensar mal: qué le cuesta a uno llegar puntual a su trabajo, sobre todo cuando sabes que te están esperando... Si no empiezas hasta las once no me cites a menos cuarto... tiene lógica, no?

Pues a las 11 llegó. Y entré yo. No me dijo nada nuevo sobre lo que ya sé que tengo (menos mal, esto está controlado). Sí me dio una solución nueva: ponerme en sus manos y salir bailando la lambada un mes y medio después, eso sí, dejándome por el camino un sueldo y parte del otro. Ese sueldo que no tengo porque soy autónoma-pringada y esto, señores, ya sabemos cómo va. Eso frustra...

Eso sí, la prueba inicial es barata: sólo 125 euros. ¡¿125 EUROS ES BARATA?!
Con lo que les costó la maquinita del hiperespacio tendrán que cobrar bien para amortizarla, porque para cuatro pringaos que se dejan embaucar...pensé, tonta de mi. Pues resulta que estoy en lista de espera porque la maquinita es la última moda entre la jete-sete viguesa e incluso madrileña para solucionar los problemas del "lombiño".

Claro, ahí vi yo la solución a mis males. Y como todo hijo de vecino, por estar sanos pagamos lo que sea. Y ahí llegó la apoteosis de mi frustración: LA SALUD ES PARA RICOS. Conclusión clara y sencilla a la que llegué esta mañana mientras arrastraba mi espalda dolorida de silla en silla de la sala de espera.

Es muy injusto que este tipo de cosas no estén al alcance de todos. Salí de allí sintiéndome estafada con el sistema sanitario, con el mundo y con la vida, y sintiendo que le estaban poniendo precio a mi espalda, a mi salud, a mi juventud, a mi calidad de vida.

Porque es cierto que al final hasta la salud se convierte en un negocio, en especulación pura y dura. Y si no puedes pagar, te quedas con tu dolor y tu vida a medias, o te metes en un quirófano al que le tienes pavor y del que no te garantizan que salgas precisamente nueva.

Luego te enteras por la radio de que una de las mayores campañas de investigación para encontrar la solución al cáncer de pulmón se ha quedado sin fondos públicos para seguir avanzando... pero qué le pasa a este pais, a este mundo? No hay escrúpulos, ni decencia... y sigues frustrada.

Esta fue mi dosis de realidad médica.
Luego vino la dosis de realidad social, que contra todo pronóstico, hizo que comenzara a reconciliarme conmigo misma: un velatorio.

En esta tierra un velatorio es todo un acontecimiento en el lugar; es, sobre todo, la excusa perfecta para ver a los vecinos y ponerte a dia. Y de paso, acompañas a la familia del difunto que tanto lo necesita.

Sea quien sea el difunto, hay una ley no escrita que estipula que los hombres se quedarán fuera, en reunión casi de bar, mientras las mujeres entran dentro, a ocuparse de lo peor, que es dar los pésames y saludar a la familia. Siempre es asi. Como en los funerales, o en las bodas... siempre es así. Y por supesto, hoy tambien lo fue. Salvo por una cosa: a mi también me gusta más quedar fuera.

Y charlas, reencuentros, historias... y la realidad médica fue quedando a un lado.
Y te das cuenta de lo que realmente es importante. ¡VIVIR!

Luego, ya en casa, sonó el timbre y allí estaba mi "familia del andamio" desplegando su artillería para arrancarme la sonrisa. Así que no me hice de rogar.

Ahora la casa está en silencio y yo de mejor humor: soy joven, mi espalda tiene remedio y tengo gente increíble a mi alrededor... qué más puedo pedir?"

Y de esto hace casi un año, pero nunca lo publiqué. 
Y releyendo los borradores hoy me he dado una lección a mi misma: porque mi espalda se curó, a pesar de toda mi desconfianza; no sé qué me hicieron realmente pero ya no duele.

He ido a un par más de velatorios y me sigo quedando fuera.

Y mi "familia del andamio" sigue ahí, luchando día a día por seguir en este mundo laboral tan duro y dispuestos a sacarme una sonrisa cuando haga falta.

Ya no hay frustración...

¡feliz martes!




1 comentario:

  1. un gran balance, un año después

    me alegro por tu espalda, por tus ganas de vivir y por la familia que sea, que está a tu alrededor.

    eres afortunada.

    besos

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